






¿Realmente esta ciudad puede ser otra? ¿Cuáles son los elementos que necesitamos para trasformarla? ¿Transformarla en que?
Desde el inicio de EV-2010 hemos realizado trabajos de mantenimiento, limpieza y reforestación en varias zonas del Distrito Federal que son consideradas pulmones muy necesarios dentro de la ciudad. Esto representa la rehabilitación de espacios verdes dentro de áreas urbanizadas del DF (y si creen que Los Dinamos no es zona urbana chéquenlo en Google maps). Sin embargo hasta esta semana no habíamos abordado la transformación de
La transformación es posible y necesitamos cultura cívica, desición y en este caso algo de pintura, unas bicicletas y mucho entusiasmo (este último indispensable dado el mal estado de las bicicletas).
En que queremos transformar nuestra ciudad ya es otra cosa, los proyectos son tantos como habitantes hay en ella (un ch.. y cinco más para ser exactos) y es por eso que la convivencia y el diálogo son absolutamente necesarios. Por esto, que mejor que la creatividad para poder expresar nuestros deseos y necesidades.
Herida y desgarrada estás, tierra hermosa; estás herida y
con tu sangre tiñes las piedras que otro tiempo
sintiera las pisadas de los héroes y las doncellas
gráciles.
[…]
Yo dejo aquí, desnuda, mi palabra, para sumarme
a ti, para sumarme a tus penas, tus ansias, tus
luchas, tus heridas.
Contigo he convivido, no con los que te explotan,
no con los que bandera de tu infortunio hacen
demagógicamente.
[…]
Te di lo que traía: nada, un poco quizá de mi antigua
soberbia, de mi experiencia altiva, que ni siquiera
pudo domeñar la derrota.
Mi soledad te di, y más desdichas. Y también mi
deseo de enlazar mis manos con las tuyas y a
tu vera ganar los horizontes.
Ahora tú estás sufriendo, las heridas abiertas, y yo
te dejo aquí lo único que tengo: mi palabra.
Mi palabra que en una puede cifrarse: amor.
Juan Rejano
Discurso de José Revueltas a los perros en el Parque Hundido
Compañeros canes:Aprovecho esta concentración
para tomar por asalto la palabra
y decirles mi desdén, mi resistencia, mi furia
por la vida de perros
a que se les ha sometido
y que ustedes aceptan
sumisamente
con una larga, peluda y roñosa
cobardía entre las patas
(animación en el parque).
Camaradas perros callejeros:
¿Van a continuar luchando unos con otros?
¿Van a rodear el hueso
el pobre hueso conquistado,
con la cerca de púas
del gruñido?
¿Y lanzarse a dentelladas
contra el que también vive las manos
del hambre
cerrándose en su cuello?
Ah mis pinches
mis bonitos perros:
¿qué pasó con la táctica?
¿dónde sus olfateos de dialéctica?
Cada uno de ustedes ha acabado por ser el ámbito
en que sólo las pulgas están organizadas
autogestivamente.
Algunos
(ya los conozco)
pretenden luchar
para que el número de Sociedades Protectoras de Animales
aumente al mismo ritmo
del crecimiento demográfico
de los perros.
Canallas.
Otros
por el mejor trabajo
de los veterinarios.
Sinvergüenzas.
Unos más
porque las vacunas antirrábicas
se repartan a pasto.
Farsantes
(murmullos de aprobación).
Camaradas perros:
Ustedes lo saben mejor que yo.
Lo espío ya en sus ojos:
hay que hacer a un lado la perrera egoísta
o el árbol por la individuación humedecido.
Desenterrar el hueso colectivo del atreverse.
Darle existencia histórica a las fauces
y soltar las tarascadas
en el número preciso requerido
para el triunfo.
Yo lo he soñado así.
En mi puño mi fuero interno mis lágrimas clandestinas
yo he pensado que llegará un día
camaradas
en que por fin no sea
el perro hombre del perro
(ladridos entusiastas).
Mas quiero algo decirles.
En esta lucha.
En este joderse.
En esta pasión
no vaya a ser que otros les coman el mandado.
No vaya a ser que los perros guardianes.
No vaya a ser que los perros de presa
o los perros policía.
No vaya a ser que los canes cultivados
los que cuelgan su rosal de ladridos
en medio de los jardines.
No vaya a ser que los advenedizos
los que sólo hasta ahora merodean
a sus propias mandíbulas y dientes.
No vaya a ser.
No vaya a ser que aquéllos
cuando ustedes destruyan este mundo
se erijan en los nuevos mandarines
chorreantes de colmillos
y que ustedes se queden
sufriendo nuevamente
su existencia de perros
(aullidos exaltados).
José guardó silencio.
Bajó del montículo que le servía de estrado.
Y una insinuante perra que atravesó la calle
le dio en la madre al mitin
a la pálida flor de la justicia
a la solemnidad del crepúsculo
y a la conciencia de clase
que fugaz
se había encendido
en esta efímera concentración
de perros callejeros.
Enrique González Rojo Arthur
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